Retos en la relación familia-escuela
Juan Francisco Vico Rodríguez
RESUMEN
Tanto la familia como la escuela son los principales sistemas que tienen incidencia en la educación del menor. Para que se produzca un desarrollo óptimo en la educación del este, y para su inclusión en la vida adulta, es necesario que exista una buena relación entre la familia y la escuela. Debido a diferentes cambios sociales e ideológicos que se han dado en la sociedad y en las familias, y el sucesivo desarrollo en el mundo de la educación, han hecho que cada vez existan más diferencias y contradicciones entre ambos sistemas. Esto ha dado lugar a diferentes factores o barreras que dificultan una relación coherente hacia un objetivo común, como es la educación del menor. Como consecuencia, ha despertado el interés en muchos expertos y autores del mundo de la educación a estudiar dicha relación y promover posibles soluciones a esta controversia.
PALABRAS CLAVE
Relación familia-escuela, cambios sociales.
1. INTRODUCCIÓN
Existen diversos factores que contribuyen al desarrollo del menor. En este variado conjunto de factores, la familia y la escuela se convierten en los principales sistemas a tener en cuenta. Son los dos sistemas fundamentales de los que los niños forman parte, permitiendo la formación de su identidad, las plataformas de lanzamiento para su vida adulta. Para ello ambos sistemas deben poder encaminar su acción en la misma dirección, buscando objetivos comunes en el proceso educativo del niño (Cagigal de Gregorio, V., 2010). Se considera esencial la participación real de la familia en la educación. La participación de la familia en la vida escolar parece tener repercusiones tales como una mayor autoestima de los niños, un mejor rendimiento escolar, mejores relaciones padres-hijos y actitudes más positivas de la familia hacia la escuela. Los efectos se repercuten incluso en los mismos maestros, ya que los maestros consideran que los más competentes son aquellos que trabajan con la familia. En un primer momento hablaremos sobre los cambios que se han dado en la sociedad y en la familia con el paso del tiempo. Continuaremos con algunos problemas que nos podemos encontrar en la relación familia-escuela para después ofrecer algunas medidas que nosotros como docentes podemos promover para mejorar dicha relación. Finalmente terminaremos con una pequeña conclusión sobre aquellos matices que debemos de tener en cuentas para mejorar dicha relación.
2. CAMBIOS Y DESARROLLO EN LAS FAMILIAS
2.1. Cambios sociales
Como plantea Joaquín García Roca (2009), la sociedad, y con esto las familias, han sufrido una serie de cambios a lo largo del tiempo. Estos cambios hacen incidencia en la forma de pensar y actuar de dichas familias, y con esto en sus necesidades y relaciones con la educación.
Los principales cambios sociales que este autor destaca son la crisis económica en la cual nos encontramos, el cambio en el ciclo vital, la reivindicación del individuo como tal, y la familia como Estado del bienestar.
La crisis económica actual ha golpeado a las familias modernas puesto que su principal estructura de cohesión era la propiedad, el trabajo y el consumo, viéndose estos afectados. Desaparece el trabajo, y con este algunos elementos fundamentales dentro de la estructura familiar. Este dotaba de identidad a sus miembros, siendo de más poder aquellos que aportan ingresos a la familia, y amenaza el sustento principal de esta. El consumo era la puerta a las relaciones sociales. Los elementos que se adquirían mediante el consumo, tales como la casa, el coche, etc. daban a la familia el símbolo de estatus social, además de generar expectativas de futuro. También crea dificultades para crear nuevas familias. Los hijos alargan su edad de emancipación por los problemas al poder conseguir una estabilidad en el mundo exterior, siendo el hogar ese entorno de protección y seguridad.
Otro cambio es el del ciclo vital de las familias. En la sociedad industrial, hacia los años 1880, las etapas de la vida se basaban principalmente en tres etapas. Primero, aquellos que se centraban en adquirir destrezas y habilidades a través de la enseñanza con el objetivo de poderse incorporar a la fábrica. Segundo, aquellos trabajadores activos que ya estaban empleados en esta. Por último, los jubilados, aquellos que se resignaban en ser expulsados de la fábrica por ser personas mayores siendo su vida un infierno por sentirse desechos de la sociedad al no poder estar empleados. Cuando la sociedad industrial terminó, posterior a los años 80, cambió el ciclo de la sociedad. Primero surgió la revolución gris, donde los jubilados no se resignaban a ser desechos sociales y descubrieron que podían disfrutar durante otros 30 años de viajar, charlas y disfrutar de la vida y su descanso; y después la revolución de los jóvenes, los cuales tampoco se resignaban a pasar toda la vida dentro de una fábrica, para aquellos que tuviesen suerte en entrar, y se centraron más en la realización personal y la búsqueda de las propias expectativas personales.
Esto ha tenido como consecuencia la incorporación de la mujer al mundo laboral y con esto la construcción del matrimonio, donde desaparecen las relaciones de jerarquía dando lugar a las relaciones entre iguales transformando la estructura familiar tradicional.
También surge la individualización del individuo. Es una de las características más importantes de nuestro tiempo, donde el deseo de cada cual es vivir su propia vida y poder decidir sobre esta. El valor de la sociedad tradicional se convierte en algo no deseado. Este hecho es un producto cultural debido, entre otros, a la educación, la cultura de los derechos humanos, la conciencia de dignidad humana, el ansia de libertad, etc.
La consecuencia sobre la familia es evidente, En los años 80 del pasado siglo se creía que la estructura familiar ya estaba forjada, natural y a-historica, homogénea, permanente e invariable. Estos cambios han dado lugar a la creación de diferentes estructuras familiares en la actualidad donde lo único factor importante para ser considerado familia es ser un núcleo de convivencia, afecto y seguridad. Cumpliendo estos requisitos cualquier estructura se puede considerar familia. De igual forma ha dado lugar a dos puntos de vista sobre la familia, aquellos conservadores que se cierran al modelo familiar antiguo, negando que cualquier otra estructura se considere familia sin cumplir esos principios forjados; y aquellos más progresistas donde la familia se reduce a una simple reducción afectiva y comienza y termina cuando sus miembros lo vean oportuno.
El último cambio a remarcar aquí es la familia como sistema de bienestar. La familia se ha convertido en un pilar básico en el Estado del bienestar. Se ha creado la idea de que si la familia funciona bien todo funciona bien. Los principales factores en Estado de bienestar como la salud, educación, la asistencia o la vivienda permanente se han vinculado directamente a la familia cargando, tal vez en exceso, de responsabilidades a esta (si la familia no participa en la educación de sus hijos no obtendrán buenos resultados, por ejemplo), pero ningún problema empieza y termina en la familia. Ante las carencias del Estado acudimos a la familia. Las familias comparten responsabilidades con el Estado. Las estrategias se centran en crecer en recursos para las familias sin que estas decrezcan en sus responsabilidades. Ante el desbordamiento y la sobrecarga, las quejas más oídas son la incapacidad de las familias para abordar los problemas ellos solos.
2.2. Nuevas perspectivas
Todos estos cambios han dado lugar a la creación de nuevas perspectivas en la familia, entre los cuales destacamos cuatro (Joaquín García Roca, 2009).
En primer lugar, hasta los años 80 se creía que las familias estaban inmunizadas y era un lugar de inocencia, vinculando lo malo con el exterior y lo bueno con el interior. En los últimos años se ha perdido esta inocencia convirtiéndose la familia en un entorno que también alimenta la violencia, el desencuentro y el desamor. Sigue habiendo una ingenua presunción de inocencia ante la familia, aunque existan delitos dentro de esta, siendo esta el lugar óptimo de desarrollo. Para mantener esta ideología se
recurre a la deshistorización de la familia, donde se observa a esta de una forma empírica y no influenciado en un concepto a-histórico de esta.
En segundo lugar, en esta misma época, las políticas familiares se basaban principalmente en una política reactiva y reparadora de aquellas familias rotas, desestructuradas o que presentaban comportamientos anormales. En la actualidad necesitamos un cambio de orientación, donde más que centrarnos en arreglar lo ya roto nos centramos en una política familiar preventiva, donde a través de la educación, sanidad, cohesión social, etc. dotamos a las familias de destrezas y habilidades suficientes para prevenir dichos problemas, o en tal caso, que sean capaces de solucionarlo por ellos mismo. Todo esto también con la ayuda de las diferentes administraciones. También cambiamos esa actitud pasiva ante la ayuda del sistema a implicarnos en dicha ayuda.
Otro cambio de perspectiva es el paso de considerarse familia a una simple unión o estructuración de individuos a convertirse en un objeto y sujeto político, teniendo gran influencia en grandes organismos, entidades y en la sociedad general con esto.
Esto viene acompañado de dos retoricas que debemos de evitar. Por un lado los neoconservadores, los cuales siguen anclados a esa antigua idea de la familia atemporal del orden natural, la restauración de la comunidad orgánica y la recuperación de los valores premodernos donde la familia está por encima del individuo. Por otro lado los progresistas, se centran en la idea de maximizar la independencia del individuo respecto a la familia. Esto se debe ante los prejuicios y temor de una política pro-natalista, bloquear el proceso de emancipación de la mujer o que se minimicen las obligaciones del Estado.
El objetivo de una política familiar correcta es encontrar un término medio, que consiste en dignificar la familia sin prescindir de los derechos del individuo. Debe lograr que la familia tenga un alto bienestar sin malograr el derecho individual de cada uno de sus miembros.
Y por último lugar, el miedo hacia las nuevas familias. En la actualidad todavía sentimos miedo, ira o desconfianza por modelos familiares minoritarios por nuestra incesante idea de querer crear un modelo universal y total, lo cual ha despertado un carácter destructivo hacia todos esos modelos que amenazan ese modelo único y homogéneo de familia.
Todo esto no es más que temor de las mayorías hacia las minorías. Un temor hacia la rotura de barreras entre la idea de familia y lo que ellos significaba y seguridad que habían sentido con esa concepción de familia. Por este temor generan comportamientos violentos. Piensan que por el simple hecho de ser mayoría ya tiene derecho de dirigir a las minorías. La mayoría existe porque existen las minorías, mayoría que cada vez es menor por esa ruptura de barreras que tanto temen.
2.3. Valores que ofrecen esperanza a las familias
Todos estos cambios dan lugar al miedo a que se rompa la familia, aún existen una serie de valores que ofrecen esperanza a las familias. Joaquín García Roca (2009) destaca, entre otros, la dimensión humana de cuidar, el equilibrio entre familia e individuo, la familia como agente de solidaridad, y la familia global y transnacional.
Uno de estos valores es la dimensión humana de cuidar. El cuidado es la realidad más primaria de lo humano. La supervivencia está unida al cuidado, solo vivimos porque antes alguien nos ha cuidado y viceversa. Cada uno es reconocido por los que son, con su particularidad y diferencia, esto es el reconocimiento del cuidado. Dicho cuidado nos permite aprender de la vida y avanzar en ella.
La familia tiene que plantearse como afrontar la revolución del individuo. La familia no podrá hacerse nunca a costa del individuo ni los derechos individuales pueden ignorar las vinculaciones familiares. El dilema se encuentra cuando se muestra incompatible el derecho individual y el de la unidad familiar. Es la solidaridad la que regula la responsabilidad entre los miembros que conforman y cuidan la familia y la autorregulación del sujeto autónomo. La familia deja de realizar su ejercicio de jerarquías y poder para convertirse en una relación participativa entre iguales.
La familia rompe las leyes de mercado, donde no es necesario devolver proporcionalmente lo que se da. La solidaridad da lugar a servicios y ayudas sin nada a cambio hacia los que son más débiles y que no pueden valerse por sí mismo ya sea por su edad o enfermedad. De igual forma no se le pide lo mismo al niño que al adulto o al sano que al enfermo. La familia no puede entenderse desde el egoísmo sino como grupo de ejercicio a la solidaridad. Es necesario descubrir la capacidad de solidaridad que se puede generar en el seno familiar siempre que sea una responsabilidad asumida libremente entre los miembros de la familia.
La familia global y transnacional se basa en entender la familia como el mundo actual, lo cual significa lo siguiente. En primer lugar, es posible crear lazos comunitarios sin necesidad de que existan lazos directos como biológicos, étnicos, etc... En segundo lugar, se pueden crear redes capaces de anular las distancias y producir proximidad en todos los lugares del planeta. La globalización da lugar a esto hecho; las nuevas tecnologías, los medios de comunicación y las diferentes tipos de relaciones dan lugar a este tipo de familia trasnacional que comparte una cultura junta.
3. PROBLEMAS EN LA RELACIÓN FAMILIA-ESCUELA
Como hemos visto al principio del artículo, que tanto la familia como la escuela son elemento de un sistema que incide en el desarrollo del menor. Es necesario que exista una cierta coherencia y conexión entre ambos sistemas, lo cual por diversas razones no es así.
Virginia Cagigal de Gregorio (2010) nos habla de una serie de factores que contribuyen a esta dificultad como son la falta de referencia educativa, la equiparación de valores muy diferentes en la sociedad, la crisis como fracaso y oportunidad, y el desarrollo del comportamiento científica y las exigencias sobre las habilidades educadoras.
En la actualidad, con la ruptura de los modelos educativos anteriores, se han creado diferentes propuestas educativas que no coinciden entre la familia y la escuela, dando lugar a modelos educativos encontrados entre sí.
La renuncia de los valores propios o la propia señal de identidad o el desánimo al considerar difícil educar en valores que a veces se perciben a contracorriente de la generalidad.
La crisis forma parte del desarrollo de la vida, lo cual hace tambalear la estabilidad de la familia o el colegio. No debemos de verlo solo como algo negativo, es una gran oportunidad para crecer, reflexionas y poner en práctica nuevas formas de actuación e intervención; aunque la familia y profesores no siempre lo vean así.
El desarrollo del conocimiento científico y exigencias sobre las habilidades educadoras permite una gran cantidad de información sobre cuáles son las actitudes de los familiares y profesores más adecuadas para favorecer el desarrollo del niño, pero también conlleva el riesgo en centrarse solo casi en exclusiva en las carencias de habilidades educativas de la familia y la escuela lo cual provoca conflictos.
A pesar de que con frecuencia comparten los objetivos básicos sobre la educación de los menores, cuando existe un problema en el desempeño escolar la familia y la escuela suelen adoptar una de estas tres posiciones (Dowling, 1996). En primer lugar, la familia considera que la responsabilidad es de la escuela. La familia responsabiliza al centro de que el niño presente problemas y le exige actuaciones o cambios para que su hijo deje de ser “problemático”. En segundo lugar, la escuela considera que los problemas que presenta el menor son fruto de la problemática familiar. Se responsabiliza a la familia del problema y el centro se desentiende de dicho problema. En tercer y último lugar, la familia y la escuela consideran que el problema está en el menor y es de naturaleza intrapsíquica. Se responsabiliza directamente al niño sobre el problema por lo que las intervenciones propuestas serán estrictamente individuales. Los dos primeros casos pueden provocar un conflicto de lealtad hacia la familia o el profesor por parte del niño. También puede traer consigo descalificaciones, incongruencias e incluso situaciones extremas de amenaza y agresión por parte de la familia o el profesor. De igual forma estos pueden intentar coaccionar al niño para que el “contrario” sea aislado o rechazado. En el tercer caso, el control sobre la situación se pierde. Familia y escuela deciden que es un problema interno, estático y ubicado en el interior del sujeto, la familia y profesores coinciden pero el individuo queda a merced de una realidad con pocas expectativas de solucionar el problema.
3.1. Aspectos que pueden dificultar la relación familia-escuela
La mayoría de los familiares desean tener un buen trato por ambos lados. Todos esperan y desean que el niño se desarrolle, crezca, aprenda y se convierta en un adulto responsable de sí mismo y preparado para la vida. El problema es que en muchos casos esto no es así por diferentes aspectos. Virginia Cagigal de Gregorio (2010) destaca las diferentes organizaciones jerárquicas, sistema de reglas y cultura de la familia y la escuela, y como estos chocan entre sí.
Tanto la familia como la escuela están sujetas a una organización jerárquica, están organizadas bajo unos límites dentro y fuera de su sistema de acuerdo con unas reglas. La conjunción de ambas jerarquías puede traer consigo ciertos problemas:
- En la relación entre la familia y la escuela:
Cuando el profesor se entrevista con la familia se siente la autoridad, y jerárquicamente en el aula es así. De igual forma el padre también se siente con autoridad a ser el padre del individuo. Esto pone en duda que en realidad se esté llevando una relación de iguales entre el maestro y la familia, sino que ambos intenta de imponer su autoridad y con este sus ideas.
En el extremo opuesto ambos complementan su posición concediendo su autoridad a otro, pero esto puede ser de igual forma peligroso ya que a la larga supone una pérdida para el menor ya que pierde ese elemento de autoridad en la jerarquía que lo guie y otorgue recursos para conseguir un desarrollo óptimo. Supone una relación pasiva donde al final, no suele actuar nadie.
- En la organización jerárquica de la familia:
Cuando el maestro quiere hablar con la familia, normalmente solo acude uno, generalmente la madre. Ambos deciden diferentes medidas de actuación, el problema viene después. Si esta es la que tiene mayor poder jerárquicamente en la familia se tiene cierta garantía de que los acuerdos serán mantenidos, pero si no es así, los acuerdos pueden ser cuestionados por aquel otro individuo, gran parte de las veces el padre u otro miembro de la familia, y que no ha participado en dichos acuerdos. El profesor se siente desconcertado, ya que esas iniciativas puestas en común con la familia no se cumplen.
- En la organización jerárquica de la escuela:
Dentro de la jerarquía del colegio, el claustro ejerce un gran poder, donde el maestro no es solo más que un pequeño elemento dentro de este. El claustro en muchas ocasiones pone etiquetas sobre los alumnos por la mayoría de los profesores y no siempre se acepta una opinión diferente. Los maestros en gran ocasión se sienten presionados por las decisiones tomadas por el claustro escolar. Cuando el maestro habla no lo hace solo por sí mismo sino que le debe lealtad a este, aunque no esté del todo de acuerdo.
Tanto la familia como la escuela tienen en común que organizan según ciertas reglas, más o menos rígidas y flexibles. Los niños absorben las reglas familiares y las contrastan con su entorno, principalmente en la escuela. Si las reglas que propone la familia son muy diferentes a las de la escuela o viceversa, el niño puede verse en un conflicto de lealtades.
La familia puede escoger un centro que sea acorde con sus reglas, pero esto no siempre ocurre. Existen diferentes dificultades en torno a la articulación y manejo de las reglas:
- Familias con muy pocas reglas en relación con los límites de las conductas de los hijos:
Con mucha frecuencia existen familias con pocas reglas en relación con los límites en la conducta de sus hijos. En la actualidad nos podemos encontrar diferentes estilos educativos según cómo podemos ver en la Tabla 1.
- Falta de claridad de reglas en los centros escolares:
Tampoco tiene un patrón unívoco sobre la organización de sus reglas. Mientras que unos centros continúan en una línea más inflexible y rígida surgen otros flexibilizados enormemente. Todos los modelos buscan el beneficio del alumno, pero cada uno a su manera. El cambio tan continuo de profesorado da lugar al problema de poder elaborar unas normas y reglas consensuadas y respetadas consistentes a lo largo del tiempo.
- Disparidad de reglas familia/escuela:
Para los niños es difícil integras las reglas de ambos ámbitos, puesto que no hay congruencia entre familia y escuela. El menor se siente perdido, confuso, trata de confrontar por su cuenta ambos modelos, y en definitiva, difícilmente se siente seguro sin tener claro cuáles son las reglas del juego.
En muchas ocasiones el sistema de creencias que tiene la familia o la escuela son erróneos o contrapuestos, dado lugar a mitos de lo que es o debe de ser una persona. Son muy importantes a la hora de dar significado a lo que ha sucedido. Por ejemplo, si una madre piensa que el mejor entorno para sus hijos es la familia, va a culpar de todo trastorno al resto de elementos externos a esta. De igual manera un profesor puede creer que una madre soltera no puede estar preparada para criar a su hijo ella sola y por tal, culpa del problema o trastorno a este ambiente familiar cegándose u otras posibilidades.
Esto produce desencuentros entre la familia y la escuela difíciles de identificar ya que no es algo explicito ni propia del sujeto sino que está arraigado de forma profunda en su mente y con difícil solución.
Schein (1985) (cit. por Dowling, 1990) define la cultura como “Los supuesto y creencias compartidas que operan inconscientemente y configuran una perspectiva de la propia organización u de su entorno”. Ambas tienen una cultura y entiende los acontecimientos a luz de esta.
Con la cultura nos encontramos el mismo problema que las creencias, que cada uno tiene su propio punto de vista, pero aquí se acrecienta ya que tiene más fuerza puesto que “es compartida” por todo el sistema, de modo que es mal difícil de acceder a lo “irracional” (en el sentido que propone Ellis, 1989) de su formulación.
Tanto en la cultura como en las creencias tienen lo que se conoce como “puntuación de la secuencia”, que consiste en que cada persona suele tener un punto de vista diferente de comienzo de la misma (Por ejemplo: cuando dos niños se pelean ambos tienen la razón, y cada uno con su defensa así lo ve). Tanto la familia como los profesores tienen su propia perspectiva sobre la puntuación de la secuencia. Casi todos los problemas son el resultado de la conjunción de diversas causas. Conforme haya sido las experiencias previas de la familia y los profesores, y según sus creencias y la cultura del sistema del que forma parte, así dan significado y entienden lo que ocurre.
3.2. Barreras y dificultades que impiden la relación familia-escuela
La participación de la familia en el aula es la más problemática y difícil de conseguir, por eso su estudio ha suscitado siempre un mayor interés, lo que explica numerosos trabajos dedicados a estos. Entre estos destacamos los que veremos a continuación.
Según Ballesteros Moscoiso (1995), familia, alumnos y profesores tienen la obligación de intervenir (según la ley) en el control y gestión de los centros públicos. Más que colaborar uno trata de imponer sus ideas. La familia por un lado postulan que los profesores son los culpables del fracaso de sus hijos, frente a los profesores, que postulan el intrusismo de los familiares en la escuela, que no son expertos ni entienden de la materia y lo único que hacen es dificultar las cosas.
Pulpillo (1982) y Domingo (1987) piensan que los programas de participación de las familias en centros educativos han fracasado porque hay diferencias en las actitudes entre la familia y la escuela. La familia quiere ejercer un papel más activo, los profesores quieren que se limiten solo a ayudar en actividades extraescolares.
La familia va a la escuela por una gran diversidad de motivos, los cuales reseñamos a continuación tales como:
-Comprobar el talante de los profesores.
-Comprobar el colegio y sus instalaciones.
-Exigir que sus hijos sean bien atendidos.
-Ofrecerse a colaborar.
-Participar en la gestión y control de los centros.
-Demandan un puesto de peso dentro del proceso educativo del centro.
-A Aprender e instruirse en sus deberes y obligaciones.
-Formarse para estar en igual de condiciones que sus hijos o profesores.
Según San Fabián(1994), siempre se encuentran razones para excluir a la familia porque carece de conocimientos, no se implican realmente o las familias de los hijos que más lo necesitan no colaboran. Pero se le pide a la familia en una institución de la que desconocen casi todo, y se aprovechan de esto para acusarlos del mal funcionamiento de sus relaciones.
Según Santos Guerra (1995) la poca participación de la familia se debe a que se consideran inexpertos, cosa que los profesores se encargan de recordarlo. Los profesores tienen el poder y así lo dejan saber, no se dejan hacer, monopolizan sus decisiones (Fernández Enguita, 1994). Otro motivo también puede ser causado la dejadez de las familias ante los problemas de sus hijos y del centro.
Para Macbeth (1990, p.30-31), las relaciones con la familia suele venir limitadas por situaciones o actitudes tales como:
-Centros y profesores se han acostumbrado a trabajar sin su colaboración.
-Quieren centrarse en el niño sin presiones ni influencias.
-Ven a los padres como una amenaza.
-Piensan que no es prioritaria su participación.
-No son conscientes de porque es necesaria su participación.
Según Tschorne (1987) los familia y escuela se culpan mutuamente de los males de la educación. Este movimiento pendular de culpa solo da lugar a la agresividad de un extremo a otro y alejarlos más de conseguir acuerdos concretos y funcionales.
Musitu (1994) postula que tanto la escuela como la familia están de acuerdo con que es necesaria su participación, pero ambos tienen puntos de vista diferentes en relación en determinados aspectos sobre la participación de la familia. Los profesores quieren que se limiten a informar y colaborar desde sus casa mientras que la familia quiere participar más en cuestiones de gestión del centro puesto que según ellos existe una gran falta de eficacia y control de la administración.
Santos Guerra (1999-2000) dice que resulta sorprendente que la familia y la escuela buscando el mismo fin, la educación de los niños, exista esa distancia y enfrentamiento.
Vila Mendiburu (1995) plantea el interrogante de si se les ofrece realmente la oportunidad a las familias de participar en la educación. Debemos de reflexionar sobre los canales de intercambio, los cuales permitan que se pueda discutir de una forma abierta sin que nadie sea juzgado por su opinión. Las escuelas deben aceptar la participación de las familias y posibilitar formar proyectos en común para los niños.
4. SOLUCIONES A LA RELACIÓN FAMILIA-ESCUELA
Dejamos a un lado aquellos aspectos que pueden interferir en la relación entre la familia y la escuela para dar paso a algunos aspectos que pueden contribuir a que esta relación se vea favorecida.
Desde la perspectiva sistémica, el cambio de uno de los elementos del sistema conlleva cambios en el resto de los elementos del sistema. Es necesario que se produzcan dichos cambios en el sistema para conseguir una buena relación y con esto unos buenos resultados en el niño. Puesto que nosotros no podemos cambiar a la familia, cambiemos nosotros mismo y allanemos el terreno para permitir el cambio. Si se desea intervenir en el nivel escolar, son los miembros de este nivel los máximos responsables de propiciar y activar todos los elementos posibles para ese cambio. Los profesores, por su formación y posibilidad de acceso a los recursos necesarios, están más preparados para iniciar cambios pensados y reflexionados hacia la familia. Las familias en cambio se centran en un rol más exclusivamente personal sin formación y recursos más limitados. Cuanto más se utilicen los recursos personales y profesionales que los educadores cuentan, mejor se ayudará al menor.
No vamos a dar soluciones concretas, sino seguir diferentes propuestas para que el profesor pueda potenciar su relación con la familia y sea más versátil la posibilidad de conexión y trabajo común.
Según Navarro Góngora (1992), para que el cambio sea eficaz ha de estar fundamentado en:
- Promoción de recursos: el sistema tiene los recursos, el proceso de intervención los redescubre.
Si la familia confía en los recursos de los profesores ellos mismos verán los resultados. La dificultad de comunicación y conseguir acuerdos con los la familia ha dado lugar a la idea de que es casi imposible la labor educativa de la familia a favor del cambio. A su vez, las familias rechazan y ponen pegas a hablar con los profesores por miedo que se les recrimine una mal educación hacia sus hijos.
Ante estas dificultades, existen algunas actitudes del orientador o tutor que pueden facilitar la colaboración entre ambos:
-Pedir ayuda a las familias (“alianza de expertos”): Tanto la familia como la escuela conocen al alumno en un gran nivel, pero en diferentes ambientes. Lo ideal sería unirse y complementarse donde cada uno aporte sus conocimientos y habilidades para mejorar el desarrollo del individuo.
-Escuchar a las familias: La mejor forma de colaborar con la familia es escuchándole y compartiendo lo que puedan aportar. De esta forma damos importancia a su participación, tendrán mayor colaboración y no temerán que las propuestas que se lleven para el cambio sean incoherentes con su realidad.
-Organizar el tiempo de conversación con las familias: Los profesores tienen problema de tiempo para dedicarlo fuera del tiempo presencial en el aula, pero es necesario. Una entrevista trimestral nos es suficiente. Si existe un buen proceso de feedback entre familia y escuela, es posible colaborar. Es imprescindible disponer de este tiempo de diálogo.
-Convocar a ambos padres: En la mayoría de los casos es difícil de contar con los padres varones. El rol de cuidado y educación sigue siendo desempeñado por la madre. Esto puede traer problemas según la jerarquía de poder como hemos visto anteriormente. De igual forma a los padres se les ponen trabas para cumplir esta labor (por cuestiones de trabajo, hablar con el profesor no es suficiente motivo como para faltar a este). Es importante que ambos formen parte de los acuerdos acordados. Si no puede asistir, es conveniente que se le tenga en cuenta en la conversación y se le comunique lo acordado.
- Cambio de lugar de control del cambio: se trata de que los cambios aparezcan originados desde el sistema, o con un papel fundamental de este en su desarrollo.
A continuación revisamos las principales habilidades en relación con el cambio que se va produciendo en las conductas de los niños que favorecen que las familias tengan en cuenta su papel en el cambio (como cambian los niños al aceptar la familia su función).
-Ayudar a la familia a detectar las diferencias: Los familiares pueden apreciar lo que han hecho diferente y que ha afectado a la conducta de su hijo, reflexionar sobre las dificultades que han tenido a lo largo del proceso y como lo han ido superando. Podrán poner sus recursos a favor del cambio en marcha de forma autónoma. No deben fijarse solo en la meta final sino establecer metas intermedias, pasos que permitan llegar a este y apreciar los pequeños cambios positivos.
-No aceptar que se atribuya el cambio a la casualidad o a circunstancias externas: Los cambios, bien beneficiosos o perjudiciales, no solo se deben a factores externos como una visita, un viaje, etc. sino que las conductas de unos u otros no ha sido la adecuada para el mejor desarrollo. La familia debe de ser consciente de esto, de este modo, la familia puede iniciar cambios sutiles que ayuden a mejorar la problemática y trasladar a su día a día o a otros hijos.
-Hacer ver y potenciar en la familia su posición superior en el nivel jerárquico familiar: Al dotar a la familia de recursos y confianza, contribuimos a que asuman su rol en la jerarquía por encima de los niños, poder necesario para controlar su conducta y guiarles en la vida. Esto es bueno en los estilos educativos negligentes o permisivos donde el menor ostenta el poder.
-Poner atención en el cambio llevado a cabo por el menor: Es importante poner atención en aquellos cambios positivos que realiza el alumno. Cuando la familia tiene bajas expectativas o autoestima hacia el sujeto es difícil apreciar aquellos aspectos positivos. Es importante apreciar estos últimos y resaltarlos junto con sus esfuerzos.
-No culpabilizar a las familias de lo que sucede al menor (diferenciar “responsabilidad” de “culpa”): La familia está convencida de que tienen la culpa de la conducta negativa de sus hijos. El problema es que confunde “responsabilidad” con “culpa”. Esta última bloquea la colaboración e incluso muchas veces bloquea la relación afectiva con los hijos.
- Economía del esfuerzo: evitar sufrimientos innecesarios, que la intervención sea lo más breve posible.
-Diferenciar lo urgente de lo necesario en el cambio: Deseamos que el cambio se produzca lo más rápido posible pero no siempre aquello es lo más fácil de modificar o lo más rápido. Cualquier cambio de uno de los escalones de la cadena conductual trae consigo el cambio del resto, por lo que a veces es mucho más eficaz y rápido empezar por cambios aparentemente menos urgentes, pudiendo abordar más tarde aquellos aspectos que inicialmente parecían resistentes.
-Neutralidad frente al sistema de creencias de la familia: El cambio debe de estar orientado hacia el sistema de creencias que tiene la familia. Esto obliga a la neutralidad del profesor, siempre que las propuestas de la familia no resulten perniciosas para el menor.
-No entrar en escaladas simétricas con las familias: Es de muy poca utilidad entrar en confrontación y lucha de poder con los familiares del menor.
-Confianza en las posibilidades de cambio: Se trata de dar confianza en las personas implicadas en el problema a favor del cambio, siendo siempre realistas.
Para Ríos Gonzales (1972) el establecimiento de relaciones fructíferas entre familia-escuela es posible si se dan las siguientes condiciones:
-Que estén convencidos de que esta misión es común.
-Que esta se convierta en una motivación para organizar y despertar nuevas actitudes.
-Que estas lo impulsen a un dialogo y colaboración sinceros.
Santana y Oliveros (1995) presentan un decálogo, el cual sintetizo, para una buena colaboración:
-El deseo no es suficiente, deben de colaborar conjuntamente.
-Colaborar supone aceptar la premisa de complementariedad.
-Cada uno aporta su punto de vista y acepta el de los demás.
-Es importante establecer el momento de colaboración. El principio de curso es el mejor momento (mejor prevenir que curar).
-Ni los profesores ni la familia deben dejarse mediatizar por los problemas personales y/o académicos del niño.
-No adoptar actitudes de control y fiscalización, si a la colaboración.
-Ejercer el derecho a opinar, siempre que se haga bajo un razonamiento lógico.
-Tener en cuenta que los centros tienen una historia, no ponerlo todo “patas arriba” nada más llegar. Hay que dar prioridad a los temas que deben ser resueltos en primer lugar.
-Evitar las situaciones límite que puedan llevar a la ruptura de dicha relación.
Tampoco son pertinentes los participantes “demasiados activos” ya que enturbiar los tramites y resultados en dicho proceso, lo cual influiría de forma negativa en el desarrollo del niño (Medina, 1988).
Para conseguir esta relación son necesarios espacios y tiempos, donde ambos contextos puedan compartir información, responsabilidades en cuanto a hábitos y actitudes, creencias, expectativas, etc., frente al hecho educativo. La escuela es el principal lugar donde se realiza esto, un lugar prácticamente desconocido para la familia. Por eso es el centro el primero que tiene que poner los medios, tales como reuniones, entrevistas, etc. para esto.
Villalta (1989) propone una serie de sugerencias para aumentar la participación y/o asistencia de la familia como son: la entrevista, cuestionarios, cursos y talleres, etc.
5. Conclusión
Es obvio que estas relaciones no se modifican de un día para otro. Se necesita de una mentalidad nueva en la toma de conciencia por parte de todos sus participantes. La educación no corresponde solo a los profesionales sino también a la familia y a toda la comunidad. Es preciso multiplicar las relaciones entre la escuela y entorno al objeto a desarrollar proyectos educativos dinámicos y motivadores. Se admite que cuando más participen los miembros de un grupo en la toma de decisiones, más eficaz serán las decisiones tomadas, y más vinculadas a la misma se sentirán cada uno de ellos, lo que debería llevar a un amplia distribución y reparto de responsabilidades en la escuela.
Por un lado la familia debe dejar sus falsas creencias sobre su falta de preparación, inconformidad sin justificación, aceptar que es una institución diferente y adaptarse en lo posible a esta, etc. y, por otro lado, los centro deben de contribuir a un buen conocimiento del entorno sociocultural, adaptar horarios, convocarlos con suficiente antelación e información, etc. que favorezca la participación de la familia. Ambos participan para poder aprender, saber convivir y tomar decisiones.
La legislación lleva a cabo cambios en sus estructuración para favoreces el cambio, pero una cosa es hablar y otra actuar. Con este no lleva consigo un cambio de mentalidad, actitudes, ni en la práctica de sus miembros.
BIBLIOGRAFÍA
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